Algunos alimentos nos hacen felices, o al menos nos hacen sentir
bien. Por eso nos cuesta dejar de comerlos o beberlos aunque ya estemos
llenos. Es lo que científicamente se llama hambre hedonista: el deseo de comer por placer y no por saciar una necesidad física.
Aunque en su justa medida no sea un problema, combinado con la falta de
autocontrol sí puede llevarnos a excesos que se conviertan en un riesgo
para la salud.
Por eso los científicos tratan de averiguar todo lo posible sobre este mecanismo y cómo controlarlo. Se sabe que entra en juego la dopamina: los alimentos apetecibles estimulan el centro de la recompensa del cerebro donde se encuentra el receptor de dopamina D2.
Así que un equipo de científicos alemanes ha tratado de averiguar si hay algunas sustancias en concreto dentro de los alimentos que afecten a ese centro de la recompensa.
Por eso los científicos tratan de averiguar todo lo posible sobre este mecanismo y cómo controlarlo. Se sabe que entra en juego la dopamina: los alimentos apetecibles estimulan el centro de la recompensa del cerebro donde se encuentra el receptor de dopamina D2.
Así que un equipo de científicos alemanes ha tratado de averiguar si hay algunas sustancias en concreto dentro de los alimentos que afecten a ese centro de la recompensa.
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